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Brevet 400K: La vuelta tranquila de Tilcoco

  • cncarvaj
  • 8 feb
  • 2 Min. de lectura

8 de febrero de 2025


Ese sábado de febrero, mientras Santiago batía algún nuevo récord de calor que no sabría citar con exactitud, yo estaba a punto de empezar una brevet de 400 kilómetros. Y la verdad... no recuerdo haber estado más relajado para una salida así. Nada de revisar la ruta, ni charla técnica, ni estimar tiempos. Apenas sabía por dónde iba el recorrido. ¿Dormir en algún punto de control? Tal vez. No tenía planes. Y eso era exactamente lo que quería.

A las 16:30 salí pedaleando rumbo al sur, bajo un sol de aquéllos. Esta vez, aprendiendo de experiencias pasadas, no me sobrecargué de comida antes de partir. Sólo lo justo. Llevaba, eso sí, un papelito con los puntos de control anotados. Algo de organización, al menos.

Cuando el día empezaba a oscurecer, llegué al segundo PC, en la Central Rapel (Km. 142). Ahí me detuve con calma, caminé un rato sobre la represa, recordé mis visitas por trabajo de años atrás cuando conocí todo su impresionante interior. Me dio gusto reencontrarme con ese lugar. Llamé a Andrea, que junto con la Tía Cony estaba por largar la brevet nocturna de 200 km. Conversamos un rato, y luego seguí. Noche cerrada, aire caliente. A ratos se sentía como si pasara por el frente de un calefactor encendido. Algo extraño para una ruta nocturna.

En el kilómetro 205 llegué a Pichidegua, punto medio del recorrido (PC N°3). Había pensado que tal vez aquí dormiría un rato, pero era demasiado temprano -ni siquiera la 1 de la mañana- y no sentía sueño en absoluto. El ambiente en el control estaba bien animado; varios hablaban de llegar a la meta a eso de las 9:30 del domingo. Yo no tenía ninguna expectativa, pero eso sonaba bien.

Antes de llegar a Pichidegua, habíamos pasado por un festival comunal. Mucha gente en la calle, autos, luces, música. Nos avisaron que habría más festivales en el camino, pero si pasé por alguno, no lo noté.

La ruta continuó hacia Rancagua, pasando por Quinta de Tilcoco (PC 4, Km 252). Siempre he tenido mis reparos con Rancagua por su tráfico, pero a esa hora estaba casi desierta, así que el cruce fue tranquilo. Poco después llegué a Codegua (PC N°5, Km. 321), uno de los PC presenciales. Ahí me encontré con muchos ciclistas de ambas distancias, aproveché de comer rico, usar el baño y recargar un poco antes del tramo final.

Lo que quedaba no era mi parte favorita del recorrido: la Cuesta Chada y el eterno falso plano hacia Pirque. Generalmente ese segmento me resulta pesado, especialmente al final de una brevet. Pero esta vez, como venía con otro ritmo, sin presión ni apuro, se me hizo sorprendentemente llevadero. Incluso agradable.

Una vez en Pirque, sólo quedaba cruzar la ciudad por Av. Vicuña Mackenna. A esa hora de la mañana el tráfico era aún bajo, así que fue un cierre rápido, tranquilo y muy grato.

Sin prisas, sin estrés. Sólo pedalear

No todas las brevets tienen que ser una batalla contra el reloj o el cansancio. A veces, simplemente se trata de fluir con la ruta, disfrutar del aire cálido (aunque algo exagerado), y dejarse llevar. Esta vuelta de Tilcoco fue eso: un viaje en paz disfrutando de no saber nada.


 
 
 

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Carlos Carvajal

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