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cncarvaj

[2019] Mi primera serie Super Randonneur

Actualizado: 2 jun


Pedaleo desde el 2017 y el 2018 escuché de algo llamado Brevet. Mientras más sabía, más me entusiasmaba el formato. Distancias largas, desafío personal, más fondo que velocidad, más incertezas que certezas, más lo mental que lo físico. Sabía que me sentiría feliz después de hacer una. Lo confirmé a la primera, una de 200 km, a fines del 2018. Allí supe que era la primera del calendario 2019, así que me propuse intentar completar las siguientes distancias de la serie.

Las Brevet de 300 km y 400 km fueron en enero y febrero del 2019, respectivamente, y para mí fue como una sola continua.

En la primera, una dura caída en Talagante, junto con hacerme dudar si seguir o no, me enseñó -bruscamente- varias lecciones. La concentración, el auto cuidado, el criterio y buen juicio son claves para un exitoso “randoneo”. También lo son la fortaleza, la motivación y tranquilidad para sobreponerse a lo difícil y, por cierto, el compañerismo y la generosidad.

Terminé esa Brevet de 300 km al otro día, pasando la noche pedaleando entre una gran grupeta de randonneurs, sobrellevando el dolor, disfrutando un magnífico desayuno con pan amasado al amanecer en Pirque, y llegando dentro del tiempo con un brazo fracturado (lo sabría al día siguiente cuando me lo inmovilizaron).

Me volví a subir a la bicicleta un mes después, en la línea de partida de la Brevet de 400 km, dos días después de haberme sacado el yeso del brazo. Esta Brevet tenía Litueche como punto más alejado, y se pedaleaba a través de toda una noche nuevamente.

En la anterior, el desafío me lo puso la ruta y fue terminarla como fuese. Esta vez, con el recuerdo y lecciones presentes, el examen estaba en la cabeza. Debía trabajar antes y durante los 400 km para tener una Brevet “fome”, sin sorpresas, prever situaciones, estimar tiempos y ritmos, saber qué hacer en x situaciones, etc. El desconocimiento lo atenuaría con estudio y criterio. Así, recorrí la Brevet kilómetro tras kilómetro y la completé sin inconvenientes. Ratifiqué elecciones previas y recogí aprendizajes para afrontar la siguiente de 600 km. en abril.

Tarjetas de brevets 200, 300 y 400 km., 2019.
Brevet 400 km (Febrero, 2019). Punto de control en Litueche en mitad de la noche.


La Brevet de 600 km. se hacía oficialmente por segunda vez en Chile. La primera, el año anterior, traía fama de “bestia negra”. Partíamos una noche de viernes santo, dispuestos a pedalear hasta el domingo. Varios se repetían el plato del año anterior. Un puñado iba por el doblete exitoso. Un grupo de “picados” volvían por sus revanchas. Otros tantos, nos enfrentábamos a lo desconocido. La ruta incluía Santiago, Melipilla, Litueche, Lolol, Litueche, San Pedro, Talagante y llegada en Santiago.

Preparé mucho el reto en la mente y la ruta en el papel. Mi mayor preocupación eran el frío y la comida. Mi mayor temor era enfrentar problemas mecánicos, por mis nulos conocimientos. Para el frío, encontré unos buenos “cubre calzado”, hecho para nieve (no conozco a nadie que sufra más del frío en pies y manos que yo).

Para la comida, planifiqué una ingesta constante en toda la Brevet; preparé raciones en bolsas con comida para cada tramo. Incluí barras y snacks de todo tipo, geles y dulces. Carbohidratos, calorías y cafeína, en variedad de sabores. Con eso, calculé que podría no comer nada extra, pero igual pararía a comer, lo que sería también un buen refresco para piernas y cabeza.

Brevet 600 km 2019. Comida ordenada para diferentes tramos de la brevet.
Brevet 600 km 2019. Plaza Baquedano, lugar de partida.

La Brevet partió tarde. Luego de pasar la Cuesta Mallarauco, llegamos al primer PC en Melipilla (Km. 84). Desde ahí, seguí la ruta en solitario a través de la noche. Fui cumpliendo metas cortas, tranquilo y a buen ritmo, sin apuro, sin pausa. Sentí el raro placer del pedalear continuo y en soledad, durante largas horas.

El lugar me era desconocido y la oscuridad hacía no distinguir horizonte. Me encontré con el amanecer pedaleando entre Litueche (Km. 197) y Lolol (Km. 310), en ese segmento “de la muerte” como se conoce, ya que allí se define el éxito o fracaso de la Brevet de 600 km.

Lolol (Km. 310) es el punto culmine de ida de la ruta. Llegar hasta aquí es agotador, habiendo pedaleado una noche y debiendo sortear la cuesta La Lajuela, como “bienvenida” para entrar a este pueblo, cuya belleza me impresionó.

Pero aún quedaba la segunda parte.

De aquí se emprende el regreso, que pasa por Litueche (Km. 423), San Pedro (Km. 485), Talagante (Km. 563) y finalmente Santiago (Km. 615). Desde Lolol (Km. 310), ya la mañana del sábado, partí el pedaleo solitario de vuelta. Si bien continuaba comiendo de forma constante, paré en un negocio en la ruta, a disfrutar unas empanadas, queque y bebida.

Llegué a Litueche (Km. 423), con luz de día, en plena tarde. Había superado el tramo “del cuco”. Me sentía perfecto y motivado, así que continué inmediatamente para llegar al PC de San Pedro (Km. 485) alrededor de las 22:00 hrs. Si bien San Pedro no era el último PC, sí era el último “lugar” propiamente tal de detención, ya que el siguiente -Talagante (Km. 563)- era sólo de pasada para registrarlo con una selfie.

Brevet 600 km 2019. Entre Litueche y San Pedro (Km 440 aprox.)

En el PC de San Pedro, decidí hacer una parada más larga, una recomposición total, previo al último empuje. Me repuse con un sándwich, cargué luces y aparatos, y dormí una hora, hasta pasada la medianoche. Abandoné el PC, uniéndome a un tridente “galáctico” de randonneurs –Sebastián, ‘Wlady’ y Rodrigo- (todos super randonneurs 2018), que llegaban a San Pedro y hacían una corta parada. Corté así, mi pedaleo en solitario que llevé por unas 24 horas.

Este último tramo –de 120 km aproximados- fue todo lo opuesto al recorrido que había hecho hasta entonces, no solo por ir en grupeta (por suerte lo hice así).

Fue prácticamente una nueva Brevet. El cansancio acumulado, que hasta allí no se había manifestado, ahora apareció con todo, incluyendo el fantasma del pestañeo. El frío siberiano de la madrugada contribuyó a la tormenta perfecta. Nos costaba cada pedalada, y las que lográbamos dar parecían ir hacia atrás.

La noche se hacía eterna. Tuvimos ataque de perros con caída incluida, un coctel de completos en un carrito callejero en Melipilla, un pinchazo y un concierto de canciones animé en japonés. Así, este simple “último tramito” nos tomó toda la noche.

Amaneció y estábamos recién en Camino Lonquén. En Cerrillos, nos separamos. Rodrigo se quedó por un rebelde pinchazo y probablemente no lograría llegar a meta. Seguimos con Wlady, congelados y con cero energías, ni siquiera para limpiarnos la nariz acuosa, tratando solo de mirar hacia adelante y de no cerrar los ojos, esperando que pronto los escuálidos rayos de sol comenzaran a descongelarnos.


Brevet 600 km 2019. Vladi, Sebastián y yo, descansando en Melipilla.

Llegamos a la meta ya entrada la mañana, después de un último infierno urbano con hoyos, resaltos y paradas. Revivimos de inmediato, no sé si fue porque era domingo de resurrección, o por la calurosa bienvenida con cervezas. En minutos llegó el tercero de la grupeta, Sebastián, quien nos confirmó que no habían podido solucionar el problema de Rodrigo y, lamentablemente, no había podido seguir.

Fue emocionante que muchas personas estaban esperando y felicitando a quienes continuaban llegando. Llegaron algunos destrozados, que buscaban revancha del año anterior, otros llegaron habiendo sorteado mil problemas en la ruta. La cerveza estaba exquisita. Y también llegó Rodrigo. Sí, la leyenda, el que repitió el logro, esta vez en bicicleta single speed, y con el bombín de pie al hombro, y por lo visto (nunca lo confirmé), también con la bicicleta pinchada al hombro.



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