Mi mayor desafío en distancia se presentó en octubre del 2022. Completarlo significó la satisfacción de haber atravesado este largo viaje, y que comenzara a plantearme la posibilidad real de participar en la París-Brest-París del año siguiente.
Antes
El 2022 buscaba un desafío nuevo para mí en ultra ciclismo, algo superior a lo hasta ahora enfrentado. Asomaban el desafío XL de la Escuelita “Que no te falte aire”, de 1.500 kilómetros, Santiago - Puerto Montt, en agosto, y la Brevet de 1.000 km. en octubre de Brevet Chile; suficiente para lo que buscaba. Si bien durante el año no hice preparación especialmente dedicada, de alguna forma me fui preparando, participando en todas las brevets que se hacían.
Poco antes de su fecha, el desafío de 1.500 km. se suspendió. Si bien por una parte lo lamenté, por otra también respiré. No sentía que me había preparado a la altura, y las dificultades extremas que enfrentaríamos -la gigante distancia y el intenso frío- metían algo de temor. Entonces, quedaba sólo la brevet de 1.000 km.
Con las brevets durante el año, busqué sumar horas de pedaleo, fortalecer e ir afinando varias cosas. Pero por distintos motivos, la preparación no fue lo constante que hubiese querido. Tal como sucede en una brevet, uno planifica un ideal, pero luego debe lidiar con las circunstancias y hacer lo mejor posible con eso.
Mi idea original era una preparación enfocada de 8 semanas previas a la Brevet, iniciando con la Brevet de 400 km. Pero una mordida de un perro callejero me dejó “inmovilizado” las primeras 6 semanas. Como retomé 2 semanas antes de la Brevet de 1.000 km, en ese tiempo solo busqué poner las piernas y el cuerpo en movimiento, sin mayor carga.
La Brevet de 1.000 km, entonces, la sostendría sobre mi “carga histórica acumulada” y “memoria” del cuerpo; sacar el máximo provecho al autoconocimiento; armar una estrategia inteligente y eficiente, y trabajar la cabeza para no despegarme de ella. Descarté objetivos asociados a rendimiento.
La brevet
Día 1
La partida fue el viernes 7 de octubre a las 9:00 AM, desde el Parque Bicentenario de Vitacura. Salimos todos en un grupo (se descartó partidas diferidas como originalmente fue planeado), con la calle tomada, lo que ilustraba lo histórico que comenzaba.
Rodamos en grupo compacto por los primeros kilómetros urbanos, pero ya en el sector de Los Trapenses de a poco nos fuimos separando. Al pasar Pie Andino ya se sentía el calor que tendríamos durante todo este primer día. Hasta el PC 1, en Tiltil (Km. 76), la ruta era conocida para todos(as), y transcurrió sin mayores sorpresas, salvo el calor ya mencionado. Yo traté, como lo haría durante toda la brevet, de mantenerme en mi ritmo, sin caer en tentación de unirme a un grupo que me significara salirme del plan. Eso me significó ir en solitario hasta el kilómetro 450.
En el PC 1 (Tiltil, Km. 76) estuve poco tiempo. Solo recargué líquidos y me terminé de desabrigar para seguir por la Cuesta La Dormida, hasta Casablanca.
Hasta el PC 2 (Casablanca, Km. 176), el trayecto siguió tranquilo, con calor, viento, y con una ruta que seguía acumulando desnivel y, así, desgastando las piernas de forma silenciosa.
En el PC 2, al que llegué a las 15:00 hrs., no había sándwich o algo parecido, así que tocó seguir para buscar algo contundente en este primer día. Si bien hasta aquí habíamos tenido un alto calor, a los pocos kilómetros del PC 2, apareció un intenso frío que me hizo abrigarme completamente de nuevo. Pasé la Cuesta Mallarauco en sentido poniente-oriente, y llegué así al PC3 (Talagante, Km. 176) a las 22:00 hrs. Aquí sí pude comerme una hamburguesa y papas fritas en un negocio frente a la plaza de Talagante, justo antes de que éste cerrara.
Partí entonces con guata llena, pedaleando hasta el PC 4 ya en modo nocturno, con las precauciones que ameritaban.
Día 2
El PC 4 (Alto Jahuel, Km. 305) fue sólo de paso, para continuar directo hasta el PC 5 (Codegua, Km. 342), al que llegué a las 02:45 AM del sábado 08/oct/2022. Aquí estuve un buen tiempo, comí, tomé líquidos, cargué aparatos y luces, y me vestí para seguir durante la noche. No tenía contemplado dormir sino hasta el PC 6 (Pichidegua, Km. 450), y cómo me sentía bien hasta aquí, decidí seguir el plan.
El tramo que venía se sabía que exigía máxima concentración, por lo riesgoso de los caminos y los vehículos. Supuse que, al hacerlo de noche, habría menos tráfico. Igual este tramo tuvo sus complicaciones, algunas ya esperadas como el cansancio natural y los primeros signos de sueño; otras no tanto, como el alto y peligroso tráfico con que tuve que lidiar en buena parte de la ruta. Hubo que maximizar la concentración y el pedaleo a la defensiva en plena noche, de madrugada y de amanecida.
En el camino al PC 6, y ya una vez que amaneció, me tenté de parar a comer algún desayuno potente, pero decidí priorizar la llegada al PC 6 y allí tomarme todo el tiempo necesario para comer, reponer, descansar y dormir. Así lo hice y llegué al PC 6 (Pichidegua, Km. 450) a las 9:00 hrs., completando exactamente 24 horas, y también coincidiendo exactamente con mi planificación.
En el PC6 (Pichidegua, Km. 450) dormí algo más de 1 hora. Ya era de día, y quizás por eso no fue el mejor descanso que podría haber tenido (mi plan era dormir unas 3 horas aquí). Luego de despertar estuve harto más tiempo comiendo y rearmando todo (yo y la bici) para continuar. El PC6 en este momento ya estaba lleno de gente que había llegado mientras yo dormía y que seguía llegando, y se sentía muy intenso. Mucho(as) comiendo, descansando, durmiendo, duchándose, arreglando bicis, etc.
Finalmente partimos desde el PC 6 (Pichidegua, Km. 450) en grupo junto con otros 2 ciclistas: Juan Carlos "Peky" Escolar y Felipe Ravena. Ellos habían llegado al PC6 después que yo, pero habían tenido un buen descanso en el PC anterior (Codegua). Nos sentíamos todos relativamente bien, habiendo descansado y comido lo necesario a esa altura para continuar.
La primera parte de este tramo hacia el PC7 la hicimos a muy buen ritmo aprovechando la “frescura” con que salimos y que el camino no presentaba aun la dificultad que luego tendría. Nos mantuvimos en ese buen ritmo hasta que comenzó el festival interminable de repechos y cuestas que duraría hasta Pichilemu. En ese punto decidimos armarnos de paciencia y no forzar de más. Además, ya a esta altura el calor era bastante intenso, lo que haría fácil un prematuro desgaste que nos podría hacer pagar costos más adelante.
Al PC 7 (Pichilemu, Km. 556) llegamos finalmente a las 18:00 hrs. El punto de control era en el Parque Ross, lugar icónico de esta comuna. A pesar de que se me había hecho eterno, lento y muy desgastador este trayecto, me extrañó ver que aun continuaba dentro de los tiempos de mi planificación. Pero aquí en Pichilemu, decidimos comernos unas pizzas bien contundentes antes de continuar la marcha.
Fue la decisión correcta.
El trayecto desde Pichilemu era tan o más difícil que el trayecto que nos había traído hasta aquí, y esta vez lo haríamos adentrándonos en nuestra segunda noche de la brevet. Allí mismo en Pichilemu, 2 nuevos compañeros se unieron a la grupeta: "Pepe" Parada y Néstor Troncoso, así que los 5 nos comimos una pizza familiar cada uno y nos abrigamos bien para partir juntos hacia Lolol (PC 8, Km. 650).
Aquí comenzó “lo bueno” y literalmente se nos vino la noche. Era esperado que ya a esta altura apareciera el cansancio acumulado y el sueño. Este tramo estuvo muy complicado para todos.
Agradecí las 2 buenas decisiones que había tomado escuchando a mis compañeros de pedaleo: ir en grupo desde Pichidegua y comer bien en Pichilemu.
Sólo gracias a ir juntos pensando todos en todos de forma solidaria, es que pudimos sortear el durísimo trayecto hasta Lolol (PC 8 Km. 633) a salvo y sin nada que lamentar, llegando un poco pasado las 00:00 hrs.
Día 3
Una vez en Lolol, tuvimos que decidir si seguir inmediatamente o descansar allí. La decisión era difícil, porque seguir implicaba recorrer otros 150 kilómetros -en plena noche- hasta Rapel (PC 10, Km. 756), que era el siguiente punto de control dormitorio.
Decidimos seguir, pero implícitamente nos pusimos algunas reglas. Iríamos siempre en grupo, sin separarnos. El único objetivo sería mantenernos avanzando al ritmo que fuese. Nos apoyaríamos en todo momento para prevenir crisis, y seríamos honestos en avisar el más mínimo signo de sueño, ante lo cual pararíamos y haríamos lo necesario (un descanso, un breve sueño o lo que fuese). Así entonces, avanzamos a través de la fría noche por los caminos de la zona de Santa Cruz.
Llegamos al PC 9 (Isla de Yáquil, Km. 673) a las 03:00 hrs. del domingo 9 de octubre. A pesar de que todos íbamos con mucho sueño, en este punto sentí que lo peor era el frío. De nuevo, pensamos en si seguir o buscar dormir en algún lugar en Isla de Yáquil. Seguimos el libreto y la decisión fue nuevamente continuar.
A poco de partir desde Isla de Yáquil, se nos unió Felipe Román, quien por motivos de fuerza mayor no había podido iniciar la brevet. Él ahora estaba haciendo una parte de la brevet entre Rapel (vive allí) y Yáquil. Gracias a su conocimiento de la zona, nos dio el dato de un cajero de banco en Peralillo (Km. 715 aprox.), por donde pasaríamos en nuestra ruta. Nos detuvimos allí y fue un oasis. Pudimos descansar el cuerpo, refrescar la cabeza, algunos tuvieron una siesta reponedora y logramos retomar la marcha en otro estado de ánimo.
Así nos encontró por segunda vez el amanecer.
Mientras pedaleábamos rumbo a Rapel los primeros rayos de sol comenzaron a hacer lo suyo, el sueño empezó a quedar atrás y pronto nos estábamos desabrigando de a poco. Avanzábamos a paso constante. El día también benefició nuestro ánimo y humor, y al pasar por La Estrella nos detuvimos para un desayuno de sándwiches y café.
Ya completamente repuestos, proseguimos con el último tramo que nos quedaba hasta llegar a Rapel. Poco antes de llegar al PC, Felipe se despidió de nosotros y retornó a su casa, luego de su nocturna “Brevet 200 km”.
Al PC de Rapel (Km 756) llegamos cerca de las 12:00 hrs. del domingo 9 de octubre. Llegar hasta aquí a esta hora nos hizo sentir que ya podíamos considerar la brevet prácticamente en el bolsillo. Habíamos sobrevivido con éxito la terrible parte desde Pichidegua, pasando por Lolol durante la noche.
Ahora debíamos enfocarnos en salir de Rapel de la mejor forma posible para afrontar la última parte. Comer, descansar muy bien y trazar con convicción lo que haríamos. En las casi 3 horas que estuve en el PC de Rapel, comí un buen almuerzo con quinua, dormí cerca de 1 hora, traté de sacudir y reiniciar mi cabeza, rearmé toda la bicicleta y partí en solitario a las 15:00 hrs.
La grupeta con quienes había compartido desde Pichidegua para mi llegó hasta Rapel; decidí reanudar la marcha solo, un poco antes que el resto, porque quería aprovechar mis buenas sensaciones, mi buen ánimo y alcanzar a pedalear con calor y luz natural lo más posible (a diferencia de otros que esperaron a que pasara el calor, para mí era un estímulo sumar horas de día y restar horas de noche).
Me dije que ahora “sólo” me restaba hacer una Brevet de 200 kilómetros, y me enfoqué en hacerla de forma tranquila y dentro del tiempo: en unas 12 horas más, me veía llegando a la meta.
Si bien me había repuesto de muy buena forma, al dejar Rapel fue inevitable sentir el desgaste acumulado en el cuerpo en un camino lleno de repechos no muy diferente al de la zona de Pichilemu. Pero por suerte, las molestias eran solamente las normales y esperables, y no me hicieron variar el ritmo que tenía pensado llevar.
Llegué al PC 11 (Melipilla, Km. 866) a las 19:00 hrs. aprox., sintiéndome perfecto y con sólo ganas de continuar pedaleando aprovechando esa sensación, hasta el siguiente PC (María Pinto, Km. 902) que estaba bastante cercano. En Melipilla decidí no comer lo “obligatorio” que tocaba en este punto (es el clásico lugar de carritos de completos, churrascos y papas fritas). Durante gran parte de la brevet me había sentido incómodo con el estómago, como que hubiese ido acumulando todo lo comido en un bulto interno que me pesaba.
Entonces, con el vuelo y con la caída de la noche aun lejana, continué enfocado en llegar al PC 12 cuanto antes. A esta altura, ya no existían los repechos, la velocidad podía aumentar y el ánimo parecía ir en ascenso por sentir cada vez más cerca y palpable la meta.
A María Pinto (Km. 902) llegué junto con la puesta de sol. Si bien el punto de control tenía todo dispuesto para un buen descanso, el momentum había que aprovecharlo y seguir pronto. Aquí solamente me tomé un café muy cargado y después de esperar un rato por si llegaba alguien que no llegó, cerca de las 21:00 hrs. estaba de vuelta pedaleando hacia la Cuesta Barriga, el último “repechito” de esta brevet.
A pesar del alto tránsito vehicular que tenía la cuesta, esta subida estuvo tranquila y sin inconvenientes. A esta altura, ya completamente de noche y con frío, sobre todo descendiendo la cuesta, decidí no abrigarme más de cómo ya estaba, que no era mucho.
En el PC 13 de Peñaflor (Km. 947) me di cuenta de que la batería de mi teléfono estaba muy baja y que alcanzaría justo para mi llegada a meta. Desde aquí pasamos por Peñaflor, en lo que fue un corto pero terrible tramo, por el pésimo estado de la calle y sumado a que, por la hora, había una alta actividad de vehículos.
Superado ese pequeño obstáculo, lo siguiente fue un pedaleo regular y sin contratiempos a través de Calera de Tango, San Bernardo y Pirque, hasta llegar al último PC, el N°14 (Km. 981) frente a la Municipalidad de Pirque.
Al marcar en Pirque, sentí alegremente que esto ya estaba logrado.
Rara sensación allí parado, con una inmensa sonrisa, a las 02:00 AM del lunes 10 de octubre, sin nadie alrededor. No sentía el frío, ni hambre a pesar de que había comido mínimamente desde Rapel, 11 horas atrás. Los 980 kilómetros que llevaba se diluyeron en ese momento. Sentía mucha más satisfacción por haber atravesado este largo viaje, mi mayor desafío hasta ahora, con éxito.
Pero con todo, esto aun había que terminarlo.
Así que proseguí rápidamente por Puente Alto y la Avenida Vicuña Mackenna, que por estas horas estaba desocupada, todo un velódromo. Se me hizo muy fugaz este último pedaleo por la ciudad, con las calles casi deshabitadas, hasta que me encontré con Guille de Brevet Chile, quien estaba acompañándonos hasta la meta.
Como lo podía esperar, llegué a la meta feliz, pero no se tradujo en euforia. Estos desafíos los vivimos emocionalmente de forma muy intensa mientras los realizamos. Pasamos de todo. Alegrías, bajones, sufrimos, nos sentimos derrotados y triunfantes, en muchos momentos y de diversas maneras.
Al llegar a meta, hemos ya digerido muchísimo y probablemente ya hemos celebrado internamente desde mucho antes. En fin, luego de llegar exactamente a las 03:00 AM (justo en las 12 horas que pronostiqué al salir de Rapel) abracé a Andrea y luego hice la última marca para formalmente dar por cumplido el desafío. Algunos que me antecedieron aun estaban allí, y compartimos un rato junto con otros(as) randonneurs, acompañado de la rica pasta y cerveza que nos “ganábamos” al llegar.
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