Comencé a practicar ciclismo hace cinco años y al poco tiempo descubrí la camaradería y la sencilla alegría del ultra ciclismo, donde podía, además, motivarme a superar mis límites. Estaba bastante feliz con eso en mi vida, pero nunca lo había experimentado en su sentido completo, como lo hice en Francia.
La París-Brest-París afirma ser uno de los desafíos de ultra ciclismo más difíciles del mundo y, con más de un siglo de historia, es sin duda el evento de resistencia de mayor tradición. Y así lo imaginé, parado frente al Castillo de Rambouillet, en la línea de salida de la edición 2023, el 20 de agosto: como un paso deportivo natural para un entusiasta aficionado como yo.
Lo que descubrí, en cambio, es que la PBP no se trata de la distancia de 1.200 km, ni los 10.000 metros de desnivel, ni esas largas horas de resistencia en bicicleta.
Descubrí la amistad y compañerismo de otros 28 chilenos(as), un grupo que se ayudó mutuamente para lograr cumplir los desafíos previos de ingreso para este evento que se realiza cada cuatro años. Durante nuestra estadía en Francia, compartimos historias sobre nuestros caminos para llegar allí; historias de esfuerzo, sufrimiento, resiliencia, sacrificio, disciplina, fuerza, humildad, sonrisas y alegrías.
Descubrí la enorme amabilidad del pueblo francés. Incluso en los tramos más oscuros de la ruta, en medio de una fría noche, cuando el cansancio y el sueño parecían mover las piernas hacia atrás, encontramos siempre una encantadora familia al borde del camino, ofreciendo no sólo comida, refrescos o café, sino también un cálido apretón de manos y una sonrisa, recargándonos con la mejor energía para seguir.
Descubrí la verdadera belleza del deporte. Allí en la carretera, somos 8.000 ciclistas amateur de todo el mundo juntos en la misma aventura: sufrimos y reímos juntos, nos ayudamos unos a otros. Creamos una fuerza colectiva que te permite dar lo que no tienes, para superar los malos momentos. Está todo ahí –en las carreteras, en los pueblos, en la atmósfera, en los rostros, en los vítores durante esas incontables horas–. Todos lo vivimos y lo respiramos. Y he sido parte de eso.
Y antes de darme cuenta, en la noche del 23 de agosto, estoy cruzando la línea de meta. Después de 74 horas de pedaleo y casi sin dormir, caigo en cuenta de que este hermoso regalo, algo que antes no podría haber soñado, está llegando a su fin. Puede que me tome años comprenderlo por completo, pero al minuto siguiente, decido mantener el sueño vivo.
Nunca estamos seguros de lo que somos capaces cuando enfrentamos estos desafíos. Pero al darnos cuenta de lo que podemos lograr, tomamos esa experiencia y la hacemos parte de nuestra vida y así avanzamos hacia nuevas y mejores cosas. Después de la PBP 2023, estoy convencido de estar en el lugar correcto y listo para emprender un próximo desafío.
DÍA 1
Domingo 20 de agosto, 20:30 horas. Para mí, el comienzo de la París-Brest-París, un desafío de ultra ciclismo del que quería participar desde 2019.
Un pie en el pedal, el otro en el suelo. Parado junto a Luis, otro chileno, en medio de cientos de ciclistas del Grupo S, escuchamos “¡Allez!” y comenzamos a pedalear el primer kilómetro de los 1.200. Los nervios desaparecen, la ansiedad y la tensión se hacen a un lado, para dejar que el cuerpo se suelte y la cabeza se concentre en la siguiente pedalada, durante las próximas horas y días.
El primer punto de asistencia (CP1, a 120 km) nos encuentra a medianoche. Allí me como un sándwich y relleno mis botellas. La detención dura entre 30 y 40 minutos y me doy cuenta de que cada parada será más larga de lo que esperaba.
DÍA 2
Voy sólo con una primera capa al salir del CP1, pero al llegar a Villaines-La-Juhel (CP2, a 202 km) siendo las 04:00 AM, decido seguir el ejemplo de otros ciclistas y abrigarme más (chaqueta, cabeza, piernas y pies) para el momento más frío de la noche, antes del amanecer. Poco después de salir del CP2, el desviador delantero de la bicicleta deja de funcionar y por más de 20 km voy sólo usando el plato pequeño de 32 dientes. Empiezo a desesperarme un poco, sobre todo porque todavía quedan 1.000 kilómetros por recorrer.
Por suerte, un punto de asistencia no oficial en el kilómetro 245 tiene servicio mecánico y el problema se soluciona. También allí hay reponedora sopa caliente y pan. Renovado además con el amanecer y el nuevo día, me focalizo en llegar a Brest (el punto medio, CP9 a 609 km) poco después de medianoche. En Fougeres (CP3, 292 km) me encuentro con otros chilenos. Hasta aquí me siento bastante bien a pesar de no haber dormido, y el progreso va de acuerdo con la planificación.
Rodando durante una calurosa mañana, llegamos a Tinteniac (CP4, 353 km) a las 12:45, justo a tiempo para el almuerzo. Como pasta, descanso un poco y reanudo la marcha a través de la tarde calurosa aún. Todavía hay luz natural cuando llego a Saint Nicolas Du Pelem (CP7, 482 km), pero allí vuelvo a abrigarme para el último empujón del día. Después de Carhaix (CP8, 515 km), atravesamos un bosque muy denso y las interminables subidas y bajadas mezcladas con agotamiento me hacen bajar el ritmo. Se siente un tramo especialmente duro y, como desconozco el camino y está muy oscuro, me uno a un grupo que va a un ritmo perfecto y me quedo con ellos hasta llegar a Brest, donde marco mi tarjeta a las 02:49 AM, listo para un merecido descanso.
DÍA 3
En Brest pierdo valioso tiempo. El hotel que reservé está cerrado y sin recibir respuesta en la puerta ni el teléfono, me pierdo en el camino de regreso al Punto de Control. Dando vueltas por la ciudad y viendo consumirse mi tiempo de descanso, empiezo a preocuparme. Cuando finalmente encuentro el CP y alquilo allí una cama, son las 04:20 AM.
Dos horas después, me levanto para una ducha y un buen desayuno, lo que me deja en excelente forma para reanudar a las 08:00. Trato de alejar mi cabeza de los errores de anoche, y me concentro rápidamente en lo que está por delante; y así, una brisa fría pero refrescante hace estos primeros kilómetros de vuelta bastante agradables.
La ruta hasta Carhaix (CP 10, 697 km) es dura y agotadora, pero también sorprende gratamente. Pueblo tras pueblo, e incluso entre ellos, encontramos gente animándonos y saludándonos con agua y comida. Imposible no detenerse y compartir unos breves minutos con ellos. Es el mejor remedio para el cansancio y el dolor.
Con un sol abrasador sobre nuestras cabezas y el horizonte en nuestra espalda, pasamos por Guarec (CP 11, 732 km), Loudeac (CP 12, 782 km) y Quedillac (CP 13, 842 km), hasta llegar a Tinteniac (CP 14, 867 km) a las 01:00 AM del 23 de agosto. Mi cuerpo pide un descanso (y, por cierto, debería hacerlo aquí), pero decido seguir por otros 60 km, encontrando en la ruta sólo unos pocos randonneurs que pedalean atravesando la tercera noche. La recompensa llega en una empinada subida, donde aparece un grupo de jóvenes locales tocando música y actuando como locos (incluso con “caras pálidas”), tal como las imágenes del Tour de Francia que vemos en televisión. Luego, el cansancio ataca fuerte, y los siguientes 7 km es una dura batalla contra el sueño. Llego a Fougeres (CP 15, 928 km) a las 04:40 AM con el estanque absolutamente vacío, y me dejo caer en el suelo justo al lado del comisario que me timbra la tarjeta, mismo lugar donde ya dormía Feña “Biciados”.
DÍA 4
Tras una hora de sueño, estoy listo para volver a la bicicleta para afrontar (espero) mi último día. Salgo de Fougeres al amanecer y paso la marca de los 1.000 km en camino hacia Villaines-La-Juhel (CP 16, 1.018 km) donde marco a las 11:40. Este punto es una hermosa fiesta, con una larga calle bordeada por ambos lados con nuestras bicicletas y llena de gente animándonos, tomándonos fotos y dándonos la mano. Una vez más, el cansancio da paso a la emoción de esta festividad. Estoy de vuelta sobre el sillín a las 12:20 PM.
Gran parte del siguiente segmento de 81 km voy dentro de un grupo internacional a buen ritmo. Conforme pasan las horas, el calor disminuye, permitiendo que las piernas, rodillas, cuádriceps y la mente sigan pedaleando.
Cuando llegamos a Mortagne-Au-Perche (CP 17, 1.099 km), a las 16:30, siento una mezcla de felicidad y hastío, por la proximidad de la meta y el cansancio acumulado. También se siente dolor en el culo. Intento no pensar en eso mientras nos disponemos a partir de nuevo, pero es difícil, así que hago una parada en un “punto de asistencia” improvisado, en un bar; y esto me ayuda a realinear la mente. Desde aquí continúo solo. No recuerdo mucho del resto de este segmento, como si hubiera apagado mis sentidos y pensamientos para concentrarme únicamente en seguir adelante.
A las 21:00 estoy en Dreux (CP 18, 1.177 km) y ya con el final a la vista, la felicidad ha llegado para quedarse. Se me renueva completamente el ánimo para superar todo el dolor del culo (que es terrible a esta altura) y darle con todo para un buen final.
El precioso atardecer es el telón perfecto para acompañar la marcha, hasta que nos adentramos en un bosque y la ruta se oscurece. Es aquí donde mi desviador deja de funcionar nuevamente. Es frustrante no poder pedalear los últimos kilómetros como mi corazón y mi mente quieren. Los últimos kilómetros son eternos, y cuando pensaba que el momento nunca llegaría, me veo cruzando la meta en Rambouillet a las 23:30.
Todas las emociones colapsan en una especie de shock. Cuesta creer lo que acaba de ocurrir y lo que he logrado. Algunos compañeros de la “delegación chilena” están ahí para compartir, así que la cama aún (y con gusto) debe esperar. Y un par de horas después, cuando mi cuerpo se dispone a descansar en casa, estoy todavía en shock, el que espero me siga acompañando por mucho tiempo más.
Video de mi participación en la PBP 2023:
Galería de fotos PBP 2023:
La participación de la delegación chilena en la PBP 2023 contó con la cobertura y seguimiento en vivo de todoas y todas las participantes, gracias a la plataforma MODO ULTRA.
Puedes leer este relato también en esa plataforma AQUÍ.
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